Los arrecifes coralinos son uno de los ecosistemas más diversos y productivos del planeta. Se les equipara con las selvas tropicales en cuanto a su belleza, biodiversidad y complejidad. Son parte integral de nuestras costas marinas, plataformas continentales, fondos oceánicos y montañas.
Junto a las selvas tropicales, los arrecifes coralinos son considerados los ecosistemas más diversos de todo el planeta (Reaka-Kudla, 1997) y uno de los sistemas naturales con mayor productividad biológica (Sorokin, 1990). Son zonas que poseen alta conectividad con otros ecosistemas como los manglares y los pastos marinos, estos son considerados áreas esenciales para la conservación de la biodiversidad de zonas tropicales (Mumby et al., 2004). Además de su importancia biológica los arrecifes de coral brindan diversos bienes y servicios al hombre, por lo que cientos de millones de personas dependen tanto directa como indirectamente de los beneficios que estos ecosistemas ofrecen (Wilkinson, 2008).
Los arrecifes han sido uno de los sistemas naturales más impactados en las últimas décadas (Hughes et al., 2003; Pandolfi et al., 2003), actualmente un 75% de los arrecifes coralinos están amenazados por estresores locales, regionales y globales (contaminación, sedimentación, desarrollo costero, sobrepesca, estrés térmico por el cambio climático global) y es tan alarmante que se estima que para el año 2030, más del 90% de los arrecifes estarán en riesgo (Burke et al., 2011).
Estos impactos ocasionan que sea necesario desarrollar programas de conservación y restauración de las especies de coral, con la finalidad de promover la resiliencia de estos ecosistemas y conservar la biodiversidad biológica y los beneficios asociados a los arrecifes de coral. Actualmente los mecanismos de conservación pasivos, que implican la protección de los recursos no son suficientes para la recuperación de estos ecosistemas, volviéndose necesario implementar mecanismos activos en los que se incluyan programas de rehabilitación, restauración y repoblamiento de las especies afectadas (Van Oppen et al., 2015).